¿Cómo confesarse bien? Lo fundamental es hacer un examen de conciencia. Sentémonos en silencio, reflexión y pensamiento y consideremos con qué hemos ofendido a Dios recientemente. Hagamos una especie de lista de pecados que queremos confesar ante el Señor. Por Dios. Al hacer esta lista, es bueno evitar las generalidades. Presentemos las faltas concretas; no las ocultemos, porque una confesión no sincera es un pecado.

El sacramento de la penitencia es una confesión de culpa ante Dios. No nos avergoncemos de la presencia de un sacerdote cuya misión es ayudarnos. Recordemos que los sacerdotes están obligados secreto confesiones.

Tras el examen de conciencia, llegó el momento de la confesión propiamente dicha. La fórmula del acto de penitencia se encuentra en todos los cuadernos de comunión. La mayoría de nosotros estamos probablemente muy familiarizados con ella. Comenzamos diciendo al sacerdote cuándo fue la última vez que recibimos el sacramento de la Penitencia. El objetivo principal de la confesión es la confesión de los pecados, seguida de un firme propósito de mejorar. Después, el sacerdote nos instruye; intenta guiarnos por el buen camino y nos da consejos. Al mismo tiempo, nos pide que hagamos penitencia, que es un acto de reparación a Dios. A esto le sigue el dolor por los pecados ("Dios tenga misericordia de mi alma pecadora..."). El siguiente paso es la absolución. En casos especiales de pecado grave, el sacerdote puede negar la absolución. Sin embargo, esto es extremadamente raro. Cuando salgas del confesionario, debes comenzar inmediatamente a hacer penitencia. Recuerda que la condición para una buena confesión es el arrepentimiento sincero de los pecados y el intento de evitarlos en el futuro.